Ya no sé cuál es el mensaje,
ni quién me dijo que tendría
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Poemas y más cosas interesantes
Ya no sé cuál es el mensaje,
ni quién me dijo que tendría
No estás.
No estoy.
Y, sin embargo,
nos tenemos.
No en la cama,
ni en la casa,
ni en los días compartidos.
Nos tenemos
en esa grieta sagrada
donde nadie más entra.
Tú allá,
yo aquí,
pero en el centro exacto
de algún silencio,
nos rozamos.
A veces
dueles.
Otras,
salvas.
Y hay días —lo confieso—
en que tu nombre
es mi única verdad.
No pido nada.
No espero nada.
Pero hay algo tuyo
que sigue en mí
una luz escondida
debajo del pecho.
Y si esto es todo,
si esto es lo único…
también está bien.
Raquel Fraga
Callé tu nombre, pero el alma mía
lo dijo por los poros, sin consuelo,
y el aire se me heló de tanto anhelo
a pesar de fingir pura alegría.
Tu voz aún me late en lejanía,
me quema la memoria como un celo,
y aunque la vida siga por mi duelo,
tú sigues en mi carne cada día.
No sé si tú me sueñas o me huyes,
si guardas de este amor la despedida,
o si también de noche te destruyes.
Mas sé que fui verdad, no solo herida,
y aunque en tu paz mis pasos no concluyes,
me dueles tanto… hasta la propia vida.
En vista de la cantidad de visitas que ha tenido mi comentario a uno de los poemas de Ernestina de Champourcin, os dejo con otro análisis a este otro poema, esta vez en audio. Espero que lo disfrutéis.
Un pájaro pasó sobre el aire
y no lo vimos.
Sólo quedó el temblor,
una línea de sombra
dibujando el cielo.
Así vuelves tú.
No con cuerpo.
No con promesas.
Con el peso leve
de una canción dejada
sobre el borde de la tarde.
Y yo —¿quién soy?—
quizá la rama que aún tiembla,
el fuego que no se nombra
pero arde
bajo la nieve intacta.
Hay una ventana abierta
y el vaso limpio
donde aún cabes tú.
Porque el tiempo,
aunque no vuelva,
sabe de regresos.
Y algunos silencios
son sólo
la respiración del deseo
cuando aún no se atreve.
Raquel Fraga
Derechos reservados
Yo lo vi.
Donde nadie más supo mirar.
Más allá del gesto frío,
de la sombra torcida,
de la puerta que siempre se cerraba antes de tiempo.
Estuve ahí
con cierta locura,
acompañando su ausencia.
Él no me pidió ayuda,
pero se la ofrecí igual.
Le llevé abrigo al alma
aunque nunca supo desvestirse del miedo.
Me senté junto a su pozo,
no para sacarlo,
sino para hacerle compañía en su hondo.
Para decirle:
aquí estoy, aunque no sepas quedarte.
Yo no fui una historia más.
Fui un faro.
Una flor bajo la lluvia.
Una mujer que amó sin cobrarle nada al amor.
Él no supo quedarse.
Ni amarse.
Ni amarme.
Pero yo sé quién fui.
Y eso —aunque duela—
me basta.
Ahora sigo.
No vacía.
Sigo con lo que nadie más sabe ver:
el milagro de haber amado de verdad
y no haberme perdido en ello.
Sigo amando…
pero ya no me
abandono.
Sigo
sintiendo…
pero ya no me
desarmo.
Porque mi amor
es claro,
calmo,
y también mío.